Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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100434
Legislatura: 1902
Sesión: 5 de Abril de 1902
Cámara: Senado
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 4, 33-36
Tema: Política del Gobierno

El Sr. PRESIDENTE: El Sr. Presidente del Consejo de Ministros tiene la palabra.

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Tengo el honor de presentar al Senado el nuevo Gobierno, resultado de la última crisis ministerial; y siento no haberlo hecho antes, para haber evitado el disgusto que han manifestado algunos Sres. Senadores por la poca prisa que han visto en el Gobierno para venir a cumplir con tal deber en este alto Cuerpo Colegislador. Declaro que ha sido con la mejor intención; he creído que podíamos dar mayor solemnidad al acto haciéndolo de la manera que el Gobierno pensaba; es decir, esperando a que terminaran todos los pequeños trabajos preliminares, sin los cuales parece que nos está del todo constituido un Cuerpo Colegislador.

Pero, en fin, eso no obsta para que a mí me haya producido gran sentimiento el disgusto que he observado en algunos de los Sres. Senadores, suponiendo que el Gobierno tiene preferencia por el otro Cuerpo legislativo respecto de éste, y yo debo declarar que el Gobierno no tiene preferencia ninguna respecto de un Cuerpo para el otro. Por mi parte, si yo tuviera preferencia alguna sería más bien por éste, siquiera porque no tengo el honor de pertenecer a él. Vengo aquí a exponer mis disculpas, para que no se crea jamás que el Gobierno ha podido tener intención la más pequeña de molestar, en poco ni en mucho, a un Cuerpo Colegislador al que tiene todos los respetos, y al cual procura guardarle todas las consideraciones que él merece.

Ha creído el Gobierno que debía de dar cuenta primero al Congreso del resultado de la crisis, porque en el Congreso se estaba tramitando el asunto que ha dado motivo a ella, y porque, además, la han motivado Ministros que tienen allí su asiento.

Esta ha creído el Gobierno que era bastante razón para dar la preferencia a aquel Cuerpo Colegislador. Por lo demás, ya recordará el Senado que en otras crisis yo he tenido la honra de venir a dar cuentas de ellas, hasta el punto de que en una crisis de trascendencia, creo que en la última de importancia que ha ocurrido, vine a esta Cámara, y recordarán los Sres. Senadores que después de exponer las razones de la crisis y el desenvolvimiento de la misma, se me hizo una interpretación o se me dirigieron varias preguntas y yo tuve que pedir permiso a este alto Cuerpo Colegislador para ir al otro a desempeñar el deber de cortesía que en éste había cumplido, lo cual prueba que ni el Gobierno ni yo tenemos preferencia por un Cuerpo o por otro. (Muy bien, muy bien.)

Conste, pues, que si la conducta del Gobierno con respecto a esta Cámara ha podido producir molestia a algún Sr. Senador, ha sido bien contrario a los deseos del Gobierno y contrario también a sus intenciones.

Quiero dar cuenta de la crisis en el menor número de palabras posible, y con todo el laconismo que permita la claridad con que deseo darla y la sinceridad con que me propongo exponerla. Se creyó en un momento que no obstante la división de opiniones que había en el Congreso respecto del proyecto de ley del Banco de España, podía venirse a una transacción; pero desde el momento en que se perdió la esperanza de una concordia con los individuos de la Comisión y los autores de las enmiendas en lo relativo al Banco de España, claro está que el más miope veía que era imposible convertir en ley el dictamen de la Comisión, aun después de pasar por un debate largo, enojoso, peligroso para la mayoría, así como para las relaciones que deben existir entre ésta y las minorías en asuntos de esta naturaleza que no tienen nada que ver con los partidos, puesto que afectan a intereses generales de la Nación. Y en vista de esto, y queriendo el Gobierno evitar un debate ya tan infructuoso como inconveniente, y creyendo también que en un pequeño interregno parlamentario podría haber medios de venir a una avenencia, imposible una vez comenzados los debates en que se apasiona naturalmente cada cual por sus ideas, los procedentes de uno y otro lado, el Gobierno acordó la suspensión de las Cortes.

El entonces Ministro de Hacienda, Sr. Urzáiz, sin oponerse a esta medida como medida política, creyó que una vez acordada significaba, si no el abandono, el aplazamiento indefinido de su proyecto de ley, y pensando así presentó la dimisión con carácter irrevocable. Tenía presentada la suya también el señor Ministro de la Gobernación por motivos de salud, pero con la condición de hacerme a mí árbitro de dar cuenta de ella cuando yo creyese que la crisis que había de ocasionar su salida había de producir la menor perturbación posible en la marcha del Ministerio; pero al ver que su compañero de Hacienda insistía en su dimisión, el Sr. González reiteró la suya, quedando vacantes dos carteras tan importantes como la de Gobernación y la de Hacienda.

Para facilitar, pues, la provisión de estas vacantes a S. M. la Reina, los demás Ministros creyeron que debían hacer total la crisis, presentando también sus dimisiones, a fin de que la Reina Regente tuviera una campo mayor de acción para resolver el asunto tal como se había planteado y, en efecto, tuve la honra de presentar a S. M. la dimisión de todos los Ministros, incluso la mía. Su Majestad se dignó confiarme la formación de un nuevo Ministerio, pero de un Ministerio de concentración. Yo tuve el honor de decir a S. M. que si la concentración significaba la reunión de las fuerzas liberales y democráticas y aun el ensanchamiento de estas fuerzas, agrandando los moldes y extendiendo los horizontes del antiguo partido liberal, yo, con gratitud, aceptaría el cargo y procuraría realizarlo en cuanto mis fuerzas alcanzaran; pero si la concentración significaba la reunión, en un Ministerio, de todas las fuerzas de distintas procedencias y con diversos [33] propósitos, que figuraban en la política española, fuera de los partidos antiguos, yo no podía aceptar el encargo; primero, porque me creía incapaz de realizarlo; y segundo, porque aun creyéndome capaz de realizarlo, no me atrevería a intentarlo, porque no lo creo conveniente. Y no lo creo conveniente, porque una concentración semejante, me parece que no podía dar por resultado más que un Ministerio de coalición en estos tiempos, y siempre, es un Ministerio de peligro. Porque lo primero que se necesita es unidad de propósitos y armonía de acción en los que han de gobernar, pues sin esa unidad de propósitos y sin esa armonía de acción, es imposible la fuerza, el prestigio y la autoridad en los que gobiernan. Además, creía yo que esa combinación iba en contra de los partidos antiguos, cosa que a mí me parece de una gran perturbación por de pronto, y después, y para el porvenir, de un gran peligro.

Decliné, pues, la honra que S. M. me hacía, y entonces, hablando sobre la posibilidad o imposibilidad de la formación de un Gabinete con la reunión o con la concentración de todas las fuerzas que están fuera de los partidos políticos, y discurriendo sobre la conveniencia, aun dada la posibilidad de que esa combinación pudiera realizarse, S. M. quedó en consultar sobre ese extremo a los Presidentes de las Cámaras y a los jefes de los partidos políticos. Cuando S. M. concluyó con las consultas que tuvo por conveniente celebrar, me llamó para encargarme de la formación del Ministerio, pero dentro de las fuerzas liberales, y procurando que en el Ministerio figuraran personas de la más alta significación en el partido liberal.

Acepté, pues, el encargo, y para cumplir, para corresponder, mejor dicho, a la indicación de S. M., convoqué a una Junta a los Sres. Montero Ríos, Marqués de la Vega de Armijo, Moret, Canalejas y Weyler, como base del Ministerio que yo pensaba ofrecer a S. M. en correspondencia, repito, a los deseos que la augusta Señora se había servido manifestarme. Antes de tratar de las personas, quise que nos pusiéramos de acuerdo en las ideas; y, afortunadamente, después de un ligero debate, resultó acuerdo unánime respecto de los principios que debían constituir el programa del Gobierno en estos momentos, principios que habían de servir, naturalmente, de base para la organización del nuevo Ministerio.

Así se hizo, y una vez de acuerdo en esos principios, una vez de acuerdo en el programa de Gobierno que en estos momentos creíamos indispensables, nos ocupamos de las personas; pero ni el señor Monteros Ríos, que no había podido acudir a aquellas conferencias por el estado de su salud entonces, ni el Sr. Marqués de la Vega de Armijo, ambos por las consideraciones verdaderamente atendibles, pudieron entrar en la combinación; aparte de que era conveniente también reservar esas altísimas personalidades para otros cargos importantes, y quedó reducida la base del nuevo Ministerio a los Sres. Moret, Canalejas y Weyler.

Esta fue la base que me sirvió para formar el Ministerio que tengo la honra de presentar al Senado, sobre cuyos individuos nada he de decir, porque son de todos y de antiguo conocidos, y me parecería molestar a la Cámara el hacer una relación de sus merecimiento, que tan bien conocéis, y de los servicios que cada uno de ellos ha prestado a la Patria en las diferentes esferas en que han tenido ocasión de poner a prueba sus talentos y su saber.

 Tampoco debo decir nada de los Ministros que lo eran en el Gabinete anterior y que no lo son en éste, como no sea para manifestarles la gratitud que les debo por la eficacia y el buen deseo con que me han secundado desde los diferentes Departamentos que han tenido a su cargo, y por el cariño y las atenciones, jamás interrumpidas, que me han guardado, aun en medio de las asperezas, de las dificultades y de los disgustos que trae siempre la vida en el Poder. Gracias, pues, a esos señores, que si han dejado de ser compañeros míos de Gabinete, continúan siendo amigos queridos míos y fieles correligionarios.

He dicho que para la formación de este Ministerio se ha seguido un procedimiento distinto del acostumbrado, no habiendo querido pensar en las personas hasta que no estuvieran todos de acuerdo en las ideas; y así, una vez conformes todos en los principios que habían de informar el programa de Gobierno, han sido estos principios el fundamento, digámoslo así, para la organización del Ministerio. Este programa, a cuyo cumplimiento venimos de antemano comprometidos todos y cada uno de los Ministros, es como sigue: el Senado y el Sr. Presidente me van a permitir que lo lea, porque no quiero que la memoria me sea infiel, y en su consecuencia pudiera yo manifestar algo que no fuese completamente exacto, Dice así el documento:

?El Gobierno de S. M., al tener el honor de presentarse ante las Cortes, propónese continuar la obra reformadora del Ministerio anterior, y al efecto, reproduce, salvo contadas excepciones, todos los importantes proyectos de ley pendientes de la aprobación de las Cámaras.

Respetando costumbres inveteradas, no compareció el Gobierno ante el Parlamento el día mismo de su constitución; pero redujo a los límites extremos el interregno, ansioso de recabar la inmediata cooperación de las Cámaras en la obra legislativa, sin menoscabo del ejercicio de sus altas funciones fiscalizadoras. Para que ambos fines se logren simultáneamente, solicita el Gobierno el concurso de todas las representaciones parlamentarias, y aceptará desde luego la distribución de horas que estimen más práctica los Presidentes de ambas Cámaras.

A pesar de sus esfuerzos, no logró el anterior Gabinete ver aprobado el proyecto relativo a la circulación fiduciaria, parte integrante de un sistema de resoluciones sugeridas por la preocupación que inspira el estado de los cambios internacionales.

Asunto es este de extraordinaria urgencia, a juicio del Gobierno, y por ello, no sólo pretende que se le otorgue prelación sobre cualquier otro, sino que, recogiendo las enseñanzas deducidas de los debates sustentados y de las enmiendas presentadas en la anterior legislatura, someterá, sin pérdida de momento, al Congreso, soluciones inspiradas por un criterio de conciliación que facilite el asentimiento del mayor número de voluntades.

Afirmó el Gobierno precedente, y ratifica el actual, que los complejos problemas de derecho público, derecho privado y orden económico, suscitados por el amplio desarrollo de la asociación para los diversos fines de la vida en las sociedades modernas, rebasan [34] los estrechos moldes de la legislación actual, y exigen una ley orgánica cuya aprobación considera el Gobierno como uno de sus capitales empeños.

Constituyéndose el actual Gabinete el mismo día en que venció el plazo establecido en el decreto de 19 de Septiembre, dictado en vista de resoluciones de Poderes extranjeros, que hicieron prever un súbito acrecentamiento del ya excesivo desarrollo de las Órdenes monásticas en España.

Resuelto el Gobierno a mantener el decreto, acordó, en el primero de sus consejos recabar del Ministerio de Gracia y Justicia y de los Gobiernos de provincia, diversos datos y los títulos de existencia legal referentes a todas las Asociaciones no inscritas. Varias de éstas acataron ya los preceptos del decreto que se aplicarán inmediatamente, con todas sus indeclinables consecuencias, a otro gran número de Asociaciones, cuya pasividad resulta notoriamente injustificada. Revisándose están en Consejo de Ministros las autoridades acordadas en una serie de Reales órdenes suscritas por gobernantes de diversos partidos en distintas épocas.

Tratándose de una ejecución estricta del Real decreto de 19 de Septiembre parece innecesario declarar que el Gobierno se atiene a lo establecido en el art. 2.º de la ley de 30 de Junio de 1887, sobre cuya interpretación formuló la Secretaria de Estado de la Santa Sede reclamaciones acogidas por el Ministerio anterior con aquellos filiales respetos compatibles siempre con la integridad de los derechos de Estado. En la actualidad se activa la tramitación de estas reclamaciones, que las constantes prácticas internacionales sustraen por ahora al conocimiento de las Cámaras, a las que en sazón oportuna se comunicará también el resultado de las negociaciones entabladas para la reforma del presupuesto de obligaciones eclesiásticas.

Los proyectos referentes a huelgas y Consejos de conciliación acreditan que los problemas obreros preocuparon a los antecesores de los actuales Ministros. A tan importantísimas cuestiones, que ofrecen múltiples aspectos jurídicos, económicos y tributarios, dedicará el nuevo Gobierno preferente atención, creando desde luego en el Ministerio de Obras públicas, a semejanza de lo realizado en casi todas las demás Naciones, un organismo de carácter técnico y permanente que reciba las inspiraciones y escuche las demandas y consejos de patronos, obreros, estadistas y hombres de ciencia, ampliando la esfera de actividad en que hasta ahora se ha movido la Comisión de reformas sociales.

Sin que el gobierno pretenda aventurarse con impaciencias peligrosas, a redactar de momento un verdadero Código industrial, semejante a los de Alemania y Austria, propónese someter a las Cortes, entre otros proyectos protectores del obrero industrial y agrícola, aquellas disposiciones indispensables para ordenar jurídicamente el contrato de trabajo y garantir, por obra de una inspección prestigiosa, la eficacia de las leyes promulgadas.

Con toda la prudencia que demanda la situación financiera del Estado y la rudimentaria constitución de la Hacienda municipal y provincial, estudiará el Gobierno transformaciones del impuesto de consumos y reformas del arancel, que reduzcan el costo hoy elevadísimo de las subsistencias, preocupándose de asegurar la eficacia de estos esfuerzos con diversas medidas gubernativas, y sobre todo mediante el impulso de la cooperación, freno eficaz contra los abusos de los intermediarios.

Asimismo, y como punto de partida de una reforma fundamental de los servicios públicos, propónese el Gobierno concretar la acción de los organismos que, dispersos por los Ministerios de Gracia y Justicia, Hacienda, Instrucción y Agricultura, preparan la descripción gráfica y las valoraciones de la propiedad territorial, presidiendo sus transformaciones tributarias y jurídicas. A un tiempo, pues, el trabajo y la propiedad solicitan la atención del Gobierno, ansioso de vigorizar por la saludable disciplina del derecho esos dos grandes sillares de la organización social.

Fiel cumplidos el Gobierno del precepto legal, presentará a las Cortes, antes del 1.º de Mayo, la razonada enumeración de las alteraciones que estima necesario introducir en el vigente presupuesto para que rija en el próximo año, procurando evitar se convierta en costumbre la previsora prórroga que sólo para casos excepcionales autoriza la Constitución del Estado, y remitiendo a proyectos complementarios, las inaplazables reformas de servicios que los sanos principios financieros y las buenas prácticas parlamentarias aconsejan no englobar en el articulado de una ley de Presupuestos.

El Ministro de la Gobernación someterá en breve a las Cortes un proyecto de ley sobre Administración local, encaminando a garantir al Municipio el ejercicio íntegro de sus facultades privativas, sustrayéndole a la condición precaria en que hoy se halla, merced a intervenciones gubernativas y aun injerencias judiciales que vician y perturban la educación política del país. La nueva ley sustraerá a la competencia municipal, funciones electorales, fiscales y de reclutamiento, que constituyen otros tantos apoyos para la funesta acción del caciquismo, quebrantan la disciplina del Estado, dividen a veces en castas alternativamente opresoras los bandos locales, y fomentando con frecuencia impurezas electorales, falsean el régimen representativo, cuyo enaltecimiento constituye un deber imperioso de los partidos gobernantes y sugiere al Gobierno, entre otras iniciativas, las de un proyecto de ley reformando el procedimiento electoral.

Estas declaraciones no se extienden, por juzgarlo innecesario, a otras importantes reformas ofrecidas en el último discurso de la Corono, para cuyo planteamiento demanda el Gobierno, seguro de obtenerlo, el sabio consejo y el patriótico concurso de los representantes de la Nación en Cortes?

Como se ofrece en el programa reproducir algunos proyectos de ley, voy a tener la honra de leer a la Cámara cuáles son:

Responsabilidad judicial. (Véase el Apéndice 8.º a este Diario)

Cuenta general de 1898-99. (Véase el Apéndice 9.º a este Diario)

Aprobación de las ídem del segundo semestre de 1899. (Véase el Apéndice 10.º a este Diario)

Ampliación y reforma de la ley de Aguas. (Véase el Apéndice 11.º a este Diario)

Reforma de artículos de la ley de Expropiación forzosa. (Véase el Apéndice 12.º a este Diario)

Jurados industriales. (Véase el Apéndice 13.º a este Diario) [35]

Organización del Consejo de Instrucción pública. (Véase el Apéndice 14.º a este Diario)



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